A sus 37 años, el piloto colombiano deberá buscar una nueva pista para su vida como corredor.---->epigrafe
¿Será la carrera de Homestead, del próximo 17 de noviembre, la última de Juan Pablo Montoya?
estefania quintero
Muy difícil pensar que así sea el remate de una vida deportiva detrás de un timón, iniciada a los siete años en los karts e ilustrada en todas las especialidades y categorías en las cuales ha corrido con victorias y con los títulos de la Fórmula 3000 europea, la Cart de Estados Unidos y un inolvidable paso por la F1, en la cual conquistó siete victorias y estuvo cerca de un campeonato mundial.----->entradilla
Habría sido el terrícola número 33 en conseguirlo. Para no hablar de que es el único piloto activo del mundo que en este momento podría conquistar el gran slam del automovilismo si logra agregar a sus victorias en las 500 Millas de Indianápolis y el Gran Premio de Mónaco, la de las 24 de Le Mans.
La ruptura del contrato que lo ha mantenido ligado a los autos de Chip Ganassi en la Nascar durante los pasados siete años –en los cuales ha disputado 239 carreras de la Cup, ha dado 5.858 vueltas, 100 de ellas en la punta y de esas, en dos ha pasado bajo la bandera a cuadros en el primer puesto–, no fue algo que sucediera dentro de la mayor cortesía (datos previos a la carrera de ayer en Michigan.
Chip Ganassi usó la conocida política de su equipo al tenor de la cual no comenta en público los contratos de sus pilotos, pero su socio en Nascar, Felix Sabates, sí habló para decir que había sido una decisión difícil, que el motivo no era algo de rendimiento del piloto sino la suma de una falta de resultados de todo el equipo y que, seguramente, Montoya, como todo un profesional, sabía que esas situaciones suceden y que tendría otras alternativas.
Inicialmente, Montoya guardó silencio, pero en su lugar toda la prensa de EE. UU. se ocupó de la situación con la misma fruición con la cual lo saludó como el piloto que le dio a Nascar un estatus mundial al abandonar aparatosamente el lujoso asiento del McLaren de la Fórmula 1 a mitad de la temporada de 2006. Para el portal de Yahoo, Montoya significó una nueva era para Nascar y un impulso esencial en un momento en que la serie pasaba un mal rato con las grillas incompletas, asientos vacíos en las tribunas y un interés en decadencia entre sus fieles, especializados y peculiares fanáticos.
Nascar no fue fácil
En ese momento, cuando era casi inexplicable para los seguidores de JPM que cambiara el sofisticado asiento de uno de los mejores carros del mundo por la rústica montura del Nascar, la popular competencia norteamericana ganó una sintonía más allá de los óvalos donde suele correr cada ocho días.
Pero los resultados no le llegaron en la misma abundancia con la cual cosechó en todas las otras series donde había corrido. Hasta la fecha, excluido el resultado de ayer, Juan Pablo no había logrado una sola victoria en los óvalos, y sus dos triunfos en la Copa fueron en los dos circuitos ruteros que quiebran la procesional programación de Nascar, que gira siempre hacia la izquierda durante 34 fines de semana, casi consecutivos. En varias ocasiones, dos muy claras, errores tácticos del equipo o la inoportuna bandera amarilla que suele surgir mágicamente siempre en los finales frustraron sus posibilidades de quebrar la hegemonía de los pilotos nativos en su original modalidad.
“Nascar no es fácil, y Juan Pablo deberá aprender todos sus trucos”, anticipó Ganassi cuando sacudió al mundo de los fierros con la intempestiva contratación de Montoya. Inclusive le dio algunas carreras de familiarización en la categoría preliminar, en la cual ganó prontamente su primera prueba antes de entrar oficialmente a la liga mayor. Pero en circuito de ruta.
El aprendizaje resultó complejo, como se puede ver en la sucesión de los resultados de Montoya, cuya habilidad y experiencia en todos los niveles y velocidades no merecía discusión sino que era un punto a su favor. Aun hablando de óvalos pues en su primera asociación con Ganassi se paseó victorioso por esas pistas y ganó la mayor corona de los óvalos, las 500 Millas de Indianápolis. Y sin guardafangos sobre sus ruedas, lo cual hace aún más pura y valiosa su victoria.
Montoya y Ganassi barajaron muchas veces las cartas en su segunda asociación bajo las banderas de Nascar. El equipo se unió con la escuadra Earnhardt, sustituyó el Dodge por un Chevrolet, usó diferentes proveedores de motores y cambió al director técnico cuatro veces en seis campeonatos. Pero hasta la fecha, aunque este año el 42 se ha mostrado más competitivo y consistente, no se han concretado los resultados, y paradójicamente su compañero de garaje, Jamie McMurray, con un material sensiblemente similar, se ha ganado las dos clásicas del calendario: las 500 de Daytona y las 400 de Indianápolis, datos suficientes para seguir militando en el equipo, a pesar de haber tenido una temporada presente tan irregular como la de JPM.
Hoy todavía la gente busca respuestas sobre por qué Juan Pablo se fue de la Fórmula 1 y de un equipo como McLaren, pero este fue probablemente el factor para su decisión pues las condiciones de vida a bordo de los orgullosos carros de Ron Dennis no eran las correctas. Tampoco lo fueron para Fernando Alonso con ese mismo patrón, ni para Raikkonen o Prost con Ferrari, para Senna –otra vez con McLaren–, para Schumacher con Mercedes o para Mansell con Williams, todos ellos excampeones del mundo. Esa lista somera ilustra que sobrevivir en esos niveles no es fácil por la alta competitividad que existe, la política que mueve todas las fichas y los intereses comerciales que ahora suelen mandar más que el talento de los pilotos.
Hoy, en la Fórmula 1, por lo menos la mitad de los corredores pagan por su asiento. No es que eso suceda en Nascar, pero allí muchos de los protagonistas son dueños de sus propios equipos y de las franquicias, y eso asegura la vitalidad en pista de sus egos.
¿Para dónde puede ir Juan Pablo? Tengo muy claras sus palabras hace un par de años luego de una carrera en Daytona. “Mi trabajo y mi profesión es correr automóviles, y a eso me dedicaré siempre. No me veo manejando de nuevo en los monoplazas en los óvalos (Indy Car). Es demasiado riesgo andar a 400 por hora rozando las paredes. Ya tengo otras responsabilidades”.
“Las carreras de duración no me matan, son compartidas, siempre se maneja controladamente, y las 24 Horas de Daytona (las ha ganado tres veces) las hago por un compromiso de amistad con Chip”. Términos que, a lo mejor, ya no serían los mismos al encontrarse súbitamente en el mercado de aspirantes, y así lo ha dado a conocer pues sus primeros comentarios no le cierran las puertas a ninguna opción, siempre y cuando sea en un carro ganador.
Con toda seguridad, para Montoya la decisión de su equipo no fue una sorpresa. Esas situaciones se van construyendo en el tiempo, y las negociaciones post-2013 tenían que estar andando desde meses atrás lo mismo que los contactos que pudo haber adelantado. Pero esta vez no se ve una opción tan clara o tan secreta como la que tuvo para saltar de la F1 a la Nascar. En esta misma serie no hay vacantes conocidas en equipos de punta, y Juan Pablo no es persona para contratarse en una escuadra intermedia, sin opciones. Al fin y al cabo, ya pasó seis años en esa situación porque el escuadrón de Chip no es definitivamente de punta en Nascar, ni este campeonato es su prioridad.
Opciones lejanas
Las grandes carreras de duración de Europa se juegan entre dos o tres equipos como Audi, Toyota y Porsche, que ya tienen sus alineaciones muy armadas. La F1 está aún más cerrada, y para JPM es un capítulo jugado, amén de que sus 37 años son un contraste generacional con el actual campeón del mundo, Vettel, quien ya tiene tres títulos, va en camino hacia el cuarto, y apenas ajusta 26 años. El campeonato de turismos alemanes, cuyos carros siempre soñó manejar y en los que hizo una carrera en Inglaterra, reemplazando a Ian Magnusen en 1996, también es una opción distante y opuesta a su vida familiar, de la cual no quiere alejarse y que también fue una de las razones para abandonar la nómada agenda de la F1.
De momento, no hay nada claro a nivel de grandes ligas, y si se engancha en carreras o equipos de otro perfil sería primordialmente por su placer de manejar, la incombustible ambición de ganar y andar siempre a fondo, pero para una satisfacción puramente personal pues no serían escenarios de su talla y prestigio.
Por ahora tiene por delante todavía 13 carreras de Nascar, que son otras tantas posibilidades de ganar en los óvalos si la balota de esos finales alguna vez rueda hacia su lado. Y no hay que olvidar que así como Montoya ha sido autor de espectaculares portazos en Williams y McLaren, también tuvo la más digna y profesional despedida de Williams, cuyo carro entregó en el primer puesto del Gran Premio de Brasil en 2004 antes de irse a McLaren. Hace ya 9 años.
Su historia no ha terminado. Él es un piloto de sangre y naturaleza cuyos primeros teteros ya llevaban la gasolina que le hará falta toda la vida y que le está inoculando a su hijo Sebastián en los karts, aunque no es seguro que esa tutoría le colme los apetitos, y menos cuando tiene muchos años hábiles por delante para pilotear.
Ojalá la bandera verde siga ondeando muchas veces más para el mejor automovilista de nuestra historia –sin sucesores a la vista– y uno de los grandes internacionales de todos los tiempos. Pilotos como Montoya siempre le harán falta a cualquier grilla del mundo, y seguramente ahora muchos equipos piensen en sus servicios tan inesperadamente disponibles.------>texto